Fernando III El Santo

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Reyes

Fernando III de Castilla, apodado “el Santo”, fue coronado rey de Castilla en 1217 y rey de León en 1230, unificando así los reinos castellano y leonés, divididos desde 1157. Está considerado como uno de los grandes reyes de la historia de España, marcando diferentes hitos en la etapa de la Reconquista española.

Nacido en Zamora en 1201, Fernando III es hijo de la reina de Castilla, doña Berenguela, y del rey de León, Alfonso XI. Cuando Fernando subió al trono, su reino apenas contaba con 150.000 kilómetros cuadrados. Al anexionar el reino de León, consiguió ampliar su poder 100.000 kilómetros más; los cuales se ampliaron a base de conquistas ininterrumpidas durante su reinado.

Los reinos de Jaén, Córdoba, Sevilla y Badajoz fueron reconquistados durante su etapa como rey. Con la fecha de su muerte, en 1252, y finalizando así su reinado, los musulmanes solo poseían en España los reinos de Niebla, Tejada y Granada.

Inicio del reinado

Que Fernando III fuera rey de Castilla y rey de León no es casualidad. Los padres de Fernando III el Santo eran doña Berenguela y el rey leonés Alfonso XI. En 1203, el papa Inocencio III declaró la nulidad del matrimonio, ya que él era el tío carnal de Berenguela. Una vez aprobada esta nulidad, Berenguela volvió a la corte de su padre, el rey Alfonso VIII de Castilla, con todos sus hijos salvo con Fernando, que se quedó con su padre en el reinado de León.

Al morir el rey de Castilla, Alfonso VIII (recordemos que fue el vencedor de la batalla de las Navas de Tolosa), su hijo Enrique, hermano de Berenguela, accede al trono con esta como titular de la regencia. Sin embargo, tras la muerte repentina del rey, Berenguela proclama a su hijo Fernando rey de Castilla en 1217.

Con el nombramiento de Fernando como rey, surgieron varios grupos que se oponían a su figura: los Lara y su padre, el rey de León. Fernando no combatió contra su padre, sino que le envió mensajes de que, bajo su reinado, Castilla sería un reino amigo. Así, en 1218, llega el Pacto de Toro, por el cual se pone fin a las hostilidades entre Castilla y León.

Con la muerte de su padre, en 1230, Fernando III reclama el trono de León, pese a las intenciones de legarlo a Sancha y Dulce, hijas del rey fallecido Alfonso IX y, por tanto, hermanas por parte de padre del rey castellano. En ese momento, la ciudad de León se hallaba dividida entre los partidarios de Fernando y los de sus hermanas; aunque el futuro rey de León siempre obtuvo más adeptos.

Tras varias disputas, se firma la Concordia de Benavente en 1230, en que las infantas renuncian a sus posibles derechos al trono. Fernando se proclama de esta forma rey de León, uniendo los reinos de León y Castilla.

Campañas en Al-Ándalus

Mientras se sucedía la gestión de la unión castellano-leonesa, el ya proclamado rey supervisaba las incursiones en el sur de España, en Al-Ándalus. Estas campañas bélicas las llevaron a cabo, principalmente, las órdenes militares, nobles y obispados fronterizos. Por ejemplo, fue el arzobispo de Toledo, Rodrigo Jiménez de Rada, quien en 1231 tomó la plaza de Cazorla, en Jaén, tras haberse apoderado de Quesada, Toya y toda su comarca.

Nuevas expediciones contra Al-Ándalus dieron lugar a la conquista de la ciudad de Córdoba. Fernando III y su ejército bordearon la ciudad, arrasaron la campiña y asaltaron el castillo de Palma del Río. El caudillo Ibn Hud se batió en retirada en Jerez, dando una gran ventaja al ejército castellano-leonés.

Fernando III continúa sus expediciones: en 1233, conquista Trujillo; en 1234, Úbeda, Medellín, Alange y Santa Cruz; y en 1235, Magacela y Hornachos. Es en las incursiones de este último año cuando Fernando III no participa debido a la muerte de su esposa, doña Beatriz de Suabia, y por los determinados levantamientos nobiliarios en el norte de Castilla.

En las siguientes campañas, las cuales marcan la segunda y final parte de su reinado, Fernando se adueña de gran parte del territorio andalusí, incluyendo las grandes ciudades de Córdoba, Sevilla y Jaén.

Conquista de Jaén

Por su posición estratégica, la cual sirvió de frontera entre los reinos, la ciudad de Jaén fue sitiada por las tropas de Fernando III en 1225. En este primer asedio, Álvaro Pérez de Castro era quien estaba al frente. Los musulmanes intentaron proteger la ciudad con una feroz defensa, que llegó a aglutinar a unos 3.000 caballeros cristianos y 5.000 peones musulmanes.

En 1230, Fernando III volvió a sitiar la ciudad, aunque no fue hasta 1246 cuando la conquistó. Estando el rey castellano en Martos, a unos 20 kilómetros de la ciudad, Pelayo Correa, maestre de la Orden de Santiago, le animó para tomar Jaén. Fernando III partió para Jaén con la compañía de Alfonso de Molina, su hermano menor, y con la ayuda de las órdenes de Calatrava y de Santiago.

Por entonces, Jaén, pertenecía al reino tarifa de Arjona, cuyo rey era Áhmed ben Yúsuf ben Násar, conocido como Aben Alhamar. Esta trifulca entre el rey Fernando III y el rey Alhamar se alargó durante siete meses, dándose por finalizada en febrero de 1246 con el Pacto de Jaén. Finalmente, el rey musulmán entregó Jaén y reconoció el dominio del rey Fernando de sus tierras, incluyendo parte del reino de Granada. 

Castillos y fortalezas relacionados con Fernando III El Santo

 


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